Se dice muy a menudo que lo que siempre debe permanecer es nuestra paz interior. Pero a menudo diversos estímulos, factores de estrés, prisas y variados personajes en nuestra día a día nos provocan emociones de muchas índoles, provocando que nos salgamos de nuestro centro. Sí bien el mensaje no es estar evadiendo las situaciones, compartimos una parábola de Buda donde nos ejemplifica con serenidad que no es necesario que las personas saquen lo peor de nosotros ni nos dominen, logrando que nos desequilibremos y cambiemos nuestra paz interior por violencia. Se cuenta que en un ocasión, un hombre se acercó a Buda y, sin decir palabra, le escupió a la cara. Sus discípulos se enfurecieron. Ananda, el discípulo más cercano, le pidió a Buda: -¡Dame permiso para darle su merecido a este hombre! Buda se limpió la cara con serenidad y le respondió a Ananda: -No. Yo hablaré con él. Y uniendo las palmas de sus manos en señal de reverencia, le dijo al hombre...
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